lunes, 10 de enero de 2011

Actúo, luego soy

Mi perra se entretiene persiguiendo a una mariquita. Se ha escondido entre las pequeñas matas que han crecido en una parcela abandonada. Todavía se aprecian unos pocos azulejos del suelo y algunos cimientos ya carcomidos por los actos del hombre y el curso natural del tiempo.


Mientras reflexiono, ella sigue olfateando, persistente en su búsqueda. El sol baña mi cara, y el poco y sucio verde que me rodea sigue siendo objeto de mi atención. Siempre me resultará llamativo el cómo se genera vida en medio de la destrucción, aunque en este caso no haya sido dramática. O bueno, tal vez sí. Las circunstancias familiares, estructurales (refiriéndome a las condiciones de la casa) o vete a saber qué, pudieron ocasionar más dolor del esperado, o del puramente deseado. Pero a mí me sigue gustando la idea de que haya brotado algo de la nada. No sé bien que podía haber en el suelo (la naturaleza sólo me gusta apreciarla, sin pensar), pero en un poco de tierra, gracias a la lluvia y las filtraciones, se ha generado algo de vegetación. Parece fea, no sirve aquí, pero a mí me parece hermosa. También me lo parece el que mi pequeña se divierta con tan poco y a mí, o a cualquiera, nos baste tanto para ser feliz.

Hace escaso tiempo, mi madre, gran interesada en perros desde que Chelsea llegó a nuestras vidas, me contó que había visto en un programa de la tele que los perros poseen una capacidad intelectual equivalente a la de un niño de 4 (lo que sigue ya no lo puedo confirmar, todos debatimos si era meses o años). Igualmente, lo que quiero decir es que tanto los perros, como los gatos, los ancianos o los niños, disfrutan con poco o con cosas pequeñas, y es fácil sacarles una sonrisa. Y me paro a pensar en algo tan común porque últimamente yo no dejo de darle vueltas. Quizá sea el tiempo, mi cerebro que está cambiando, o yo que tengo las hormonas y el carácter disparado, pero lo que es cierto es que tengo cambios impredecibles en mi visión del mundo, día sí y día también. Opto por creer que estoy en una transición, la típica fase que sufren los adolescente y que yo no tuve (se ve que llevo unos 5 ó 6 años de retardo). Justificación válida o no, cada vez incido más en lo que se necesita para ser feliz de verdad, o por lo menos, lo que yo necesito para encontrarla tras los muchos errores que cometa a lo largo de trescientos sesenta y cinco, setecientos treinta, mil noventa y  cinco (etcétera) días que la vida me deje ir sumando. Pero ya no sólo eso, también lo que el futuro me depara.

Casi todas las personas a las que les pregunte, creo que me responderían que las expectativas que tenían a los veinte años no han sido satisfechas, ni laboral ni personal ni intelectualmente. Tal vez soy demasiado radical pero tal cual está el panorama global, de trabajado es bastante frustrante hablar, de amores elijo la palabra… deprimente, e intelectualmente, la respuesta no tiene por qué ser tan amarga como en las otras dos cuestiones. Total que nos encontramos ante algo común para muchos. Pero ojo, hay cantidad de cosas a lo largo del camino, y preciosas. La vida da vuelcos inesperados, las situaciones pueden cambiar de la noche a la mañana, o de estación en estación, o de cumpleaños en cumpleaños. De lo que estoy segura, casi al 200% (no me he equivocado, quería poner un dos, o más), es de que uno, en soledad, ajeno al mundo, debe conseguir más de lo que nada ni nadie puede enseñarle. Porque la primera y última lección se toman desde el interior. 



Una amiga me ha repetido mucho en los últimos meses que ‘’nadie puede quererte si no te quieres tú’’, y es verdad. Si no se tiene ánimo ni ganas de vivir, nadie podrá insuflarlas en la cabeza. Si la motivación no está en tus actos, los resultados no serán buenos ni satisfactorios para ti. Si no estás convencido de que quieres andar hacia delante, siempre miraras a izquierda y derecha sin dar un paso al frente. Y si uno no empieza a hacer sencillas las complicaciones que surgen en el día a día, las relaciones y las matemáticas, los verdaderos problemas le ahogarán amargamente. Particularmente, creo que voy a dejar de preocuparme y voy a ser yo. ¿Qué más da lo que ocurra si hago lo que realmente me apetece en cada momento?

2 comentarios:

  1. Porque cada día, cada segundo, hay alguien en el mundo que se hace la misma pregunta una y otra vez: Felicidad? Cómo y cuándo?. Así, podrás obtener una respuesta diferente por cada pregunta formulada, incluyendo la tuya propia. Porque la felicidad, no está en otro sitio que dentro de uno mismo. Chels es feliz con su zapato comestible o al descubrir que el juguete que tanto busca está detrás de tu espalda. En cambio sucede que, cuanto más tiempo pasa, cuanto más años cumplimos, cuanto más nos movemos en el mundo, más cosas necesitamos para ser feliz, o creer serlo, hasta que un día llegamos a ese punto por el qe todos hemos pasado y nos damos cuenta que la felicidad no está en ese zapato comestible, si no que está en nosotros al poder realizar aquello que queremos hacer. Puedes encontrar la felicidad en el verde de las hojas, en la última página de un libro, en la solución de uno de esos problemas matemáticos. La puedes encontrar al otro lado de la linea cuando ese alguien contesta, en esa esquina cuando, al doblarla, lo ves todo de otro color.

    Puede estar donde queramos que esté pero, si no somos capaces de encontrarla, porque hay algo dentro de nosotros que nos cierra, que nos oprime, que nos hace opaca la visión, diremos que es imposible de encontrar.

    Todo empieza y acaba dentro de nosotros y tenemos suerte de que sea así, porque sólo nosotros podemos manejar nuestro interior.

    Buen texto Bea, como siempre.

    ResponderEliminar
  2. Esta conversación me pilla 3 meses y 15 días fuera de lugar. Pero me siento identificado con esta narración.

    Yo también pienso que mi adolescencia se a retrasado un poco o quizás es que me la he comido.

    Pero al igual que lo pienso de mi adolescencia, lo creo también de mi motivación y convicción. Me gustaría andar de frente, como animal con anteojeras, hacer en cada momento lo que creo-quiero-puedo hacer.
    Pero tengo la sensación que mas que andar, voy en un tractor que al no mirar al mi alrededor arraso con mis personas queridas. De aquí parte mi indeterminación y mi estado ataraxia con la realidad, aliciente para no andar.


    Bea eres brillante zanjando temas clave de la sociedad. "Esto" es lo que le da realismo a tus narraciones y por el "esto" me refiero a que vives de un modo natural y sencillo.

    Un beso.

    Cuídate Bea!

    ResponderEliminar