lunes, 24 de enero de 2011

Desvarío

Ya no queda nadie en esta habitación. Las memorias de los antiguos inquilinos se marcharon por la ventanita del baño. Quiso desempañar los cristales pero enturbió el reflejo del espejo del lavabo. El vaho en los azulejos se esfumó con secuelas al tacto.


El preparado de cafeína, disuelto en el agua caliente del grifo, ahora fría, llena la taza suvenir. Su amargo aroma no despertará la esencia dormida del papel pintado de pared. Descansa profundamente, casi muerto. Confunde. Hace sentir cansancio de existencia, de amarga presencia. Incita a un húmedo y triste paseo por las calles de algún pueblo perdido. Es una simple estancia, infinita por los recuerdos, por la esencia de vida abandonada en una montaña, en la cuneta de un cuarto de motel. Los rodapiés llenos de polvo, desconchados como arrugas en el rostro, delatan cualquier mal presagio. Cómo inquietan dos o tres pares de muros viejos.


Hay un colchón de muelles alterados que grita en señal de desesperada soledad. Paso de transeúntes vislumbra la ventana, de viajeros y algún alma perdida.  Huída. Silencio para la melancolía. Imperfecciones en los pies que se escondían bajo la manta. Sueños de bailes de salón, de suelas descalzas por superficies lisas. Aspereza al caminar  en los escasos huecos libres de la habitación. Manchas y ácaros disimulan aquí y allá.


Cuadro de pared desaliñado, puerta que chirría en voz queda, cortina consumida cual colilla. Techo negro humo, cama amarillenta, sucia de sudor seco, desatendido. Paredes con humedades de obligatoria confidencia, soborno del alquiler. Colmadas de perversión y alguna que otra decepción. Lámpara maltrecha, descolgada. Coscorrón de inocencia y de ‘’no ha pasado nada’’. No iluminaría mucho, rota o arreglada, en esta parca estancia de oscuros secretismos. Es como si no existiese. Presencia olvidada en el presente, actitud cínica y distante si alguien la veía parpadear. No hay pena más grande a la de la indiferencia en la búsqueda de unos segundos de atención.


Infravalorada estancia, de borrada existencia en las cabezas de sus alquilados. Tabiques bañera, cama,  confidentes ocultos. Objetos que miran sin ser vistos, memoria de las vivencias entre los paneles, censuras, llantos y malas caras de despertar. Que no han estado nunca, que sólo han cumplido una misión y que ya no sirven para nadie. Actitud callada y paciente para nada. Ellos recuerdan, los demás quitan, no han sido importantes. Suma y sigue. Algún día si se vuelve a mover la cerradura, con su oxidada llave falta ya de dentadura.

1 comentario:

  1. Me viene a la mente una habitación, una peli y un número, espero que sepas de que hablo.

    Sigues sorprendiendome aun en estos momentos, increíble texto :*

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